La regla perfecta

La regla perfecta

Mi padre, hombre de otros tiempos, confiaba en los relojes y los libros. Un buen reloj que no fallara las horas le daba seguridad y una sensación de control sobre el tiempo. Y un buen libro le proporcionaba la verdad, porque si algo está escrito en un libro, tiene que ser verdad. No todo el mundo puede escribir un libro, pensaba. Él tenía principios sólidos.

Hoy, me genera ternura el ver con qué confianza las personas vamos a la búsqueda de certezas y reglas que nos resuelvan la vida.

Tenemos reglas en muchos ámbitos: hay reglas sociales que nos pautan las etapas de la vida – estudias, trabajas, te casas, tienes hijos… – y reglas culturales y de convivencia social que premian algunos comportamientos y castigan otros. Tenemos modelos políticos y económicos – libre mercado, democracia etc. –, modas y también supersticiones. Las supersticiones no son solamente las del martes y trece. Hay superstición en las finanzas, en la gestión de empresa, en la política y por supuesto en las relaciones humanas.

Los diagramas y los esquemas son una forma peculiar de buscar seguridad. Con ellos evocamos la regla perfecta que reactivará la economía, nos asegurará el control sobre la productividad de los empleados, nos dará suerte en la relación de pareja o nos permitirá bajar de peso sin renuncias. Buscamos la piedra filosofal, el número mágico, y lo buscamos fuera de nosotros, olvidando que cada circunstancia se puede leer de muchas formas según la ‘ley’ del vaso medio lleno o medio vacío. Si la lectura de la realidad es una interpretación, querrá decir que la clave se encuentra dentro.

Dice el sociólogo Zygmunt Bauman, que la postmodernidad es una modernidad sin ilusiones. La ilusión de la modernidad que empezó alrededor de la década de 1920 y murió con el siglo XX, fue creer que el desorden del mundo no era sino un estado temporal y reparable que sería sustituido por los principios de la razón, que finalmente ordenaría el mundo. Pero resulta que el desorden permaneció y finalmente la postmodernidad del siglo XXI se ha dado cuenta de que los órdenes o sistemas que elaboramos, grandes o pequeños, son frágiles y duran poco.

Los modelos sirven, esto nadie puede dudarlo. Nos ayudan a saber dónde estamos porque describen una realidad de manera estandarizada, como los mapas, y gracias a ellos podemos encontrar puntos de referencia, ubicarnos, registrar cómo vamos avanzando, comparar el progreso y ver la evolución. Lo que quiero aquí destacar, sin embargo, es que modelos y patrones que usamos como unidad de medida para saber qué es correcto y qué no, tienen una la cara oculta, un precio a pagar: impiden la exploración y el surgir de una respuesta flexible.

En cambio, la confusión y la conciencia de que no sabemos son el mejor indicio de que hay algo por aprender, porque hay algo que no conocemos.

La incertidumbre nos genera incomodidad, nos disturba y naturalmente nos sentimos empujados a hacer un movimiento, a buscar algo más hasta que conseguimos una nueva comodidad. Precisamente por ello, se abren nuevas opciones.

En otras palabras, el afán de seguridad limita nuestro campo de acción y nos confina a la famosa ‘zona de confort’. Cuando la seguridad nos queda muy apretada, o la perdemos, nos animamos a salir ‘allí fuera’ para explorar nuevos territorios. Y así, arriesgando un poco, logramos ampliar la zona de confort, empujar sus fronteras un poco más allá.

El truco para ampliar la zona de comodidad está en sentirse cómodos en la incomodidad.

¿Cómo hacerlo?

unknown concept - stevanovicigor

Se dice que tenemos entre 60 y 80 mil pensamientos en un día. A veces se quedan en la cabeza, otras veces los verbalizamos. Hace unos pocos días, abrí la puerta del vagón del metro, estando yo dentro, porque una mujer en el andén estaba mirando la puerta pero no la abría. La vi pensativa, como inmersa en otra cosa, y le abrí la puerta para que entrara al vagón.

Me miró un poco confundida, entró en el vagón y dijo: “Qué tonta que soy, miraba a la puerta esperando a que se abriera.” No pude evitar preguntarme cuántas veces al día esa mujer se dice a sí misma que es tonta, por cada nimiedad.

¿Tú también haces eso?

Tener conciencia de qué es lo que nos decimos constantemente es un primer paso, muy importante: ¿qué te dices cuando algo va mal, o tienes un pequeño percance, como tirar un vaso de agua o tropezar contra un objeto?, y ¿qué te dices cuando consigues alguna meta, un logro aunque sea algo pequeño como terminar algún papeleo? ¿Lo celebras?

Vivimos un mundo sumamente incierto, y aunque sospecho que siempre ha sido así, reconozco que los avances tecnológicos tienen un enorme impacto en la vida de muchísimas personas, a menudo desmantelando profesiones, puestos de trabajo y muchas certezas.

Quizá precisamente por ello, nos aferramos a los modelos, a las plantillas y a los esquemas. Un trabajo inútil, creo yo, si es para exorcizar el vértigo del cambio. Más útil sería prestar atención al discurso interior y darnos cuenta de si nos sirve o no para incrementar nuestra capacidad de adaptación y exploración.

La ‘zona de confort’ se expande cuando decidimos salir al terreno inexplorado, como protagonistas de nuestra propia comedia. Pero también se encoge, por ejemplo cuando después de dar unos pasos en un territorio inexplorado nos decimos “no puedo” y volvemos atrás, a la supuesta seguridad. Cuando renunciamos, la frustración por el fracaso de haber abortado el viaje reduce la autoestima, la zona de confort se hace más pequeña, la incomodidad aumenta.

Por cuanto aspiremos a ser racionales, el sentimiento es previo al pensamiento. Por ello, observa tu discurso y pregúntate qué estado de ánimo genera ese discurso en tu día, qué acciones promueve, si eso es lo que quieres.

Decía Peter Druker, considerado el padre del management, que la mejor manera de predecir el futuro es creándolo.

Algunos de los ingredientes esenciales para crear futuro son:

  • Tener valor: Dibuja una visión, atrévete a imaginar lo que quieres crear
  • Imaginación: Permite que tu creatividad encuentre recursos para hacer viable la visión, dale espacio
  • Esperanza: Sé persistente, afronta las dificultades apuntando a superarlas, dale una oportunidad a tu proyecto
  • Foco:Presta atención a los detalles positivos para alimentar tu determinación y celebra los éxitos, aunque sean pequeños
  • Equipo: Rodéate de gente capaz y entusiasta

Probablemente habrá otros ingredientes que, de acuerdo a tu experiencia, son más valiosos para navegar por la vida que los que he citado. Lo importante es darse cuenta de que no saber es un buen punto de partida.