Busca el éxito en los fracasos

Un vecino muy ruidos estuvo amargándome varias noches – y varios días en los que iba como zombi por la falta de sueño – hasta que, en un desvelo de esos, encontré una solución creativa y eficaz.

Ya en otra ocasión había sufrido vecinos ruidosos: solían volver a casa a las cuatro de la madrugada, ponían su aparato de karaoke al máximo volumen y cantaban hasta el amanecer. En aquella circunstancia intenté por diversas vías alcanzar una solución: expliqué urbanamente a los vecinos mi necesidad de descansar por las noches, rogué, les mostré mi disgusto, llegué a tocar intencionalmente a su puerta por la mañana cuando yo tenía que salir y sabía que estaban durmiendo. Ninguna de estas estrategias sirvió, y el tormento cesó sólo cuando cambiaron de casa y se fueron.

Aquella experiencia previa me empujaba ahora a no hacer nada con este otro vecino a pesar de la molestia, porque cada vez que pensaba en reaccionar de una forma u otra, recordaba que, fuera lo que fuera lo que iba a hacer, no había funcionado con los vecinos anteriores. Fue así, recordando y descartando lo que no funcionó, que concebí una salida a partir de una estrategia completamente diferente.

Esta vez al vecino le escribí una carta, un texto manuscrito breve (una página), fácil de leer, alegre y auto irónico. En la carta le explicaba al vecino con sinceridad qué pasaba desde mi punto de vista, qué necesitaba yo y qué pensaba yo que podía hacer él, un par de sugerencias para que ambos pudiéramos salir airosos, en el perfecto estilo ‘soluciones win-win’. Puse la carta en su buzón y a los dos días encontré su contestación, otra carta manuscrita y amistosa que empezaba con estas palabras: “Ante todo… ¡bravo, felicitaciones por tu estilo!” Su contestación, amistosa y alegre como mi escrito, anunciaba una primera tanda de medidas para que su disfrute no interfiriera en mi sueño. Final feliz.

Hubo un factor clave gracias al cual esta oposición de intereses no degeneró en un verdadero conflicto y se derritió en un desenlace positivo. En mi rumiar y descartar opciones de salida que habían previamente demostrado ser inútiles, descarté también la contrariedad y de esta forma pude acceder a otros recursos y redefinir el problema en términos creativos.

Como mencionaba en otro post, cuando consideramos no solamente nuestra necesidad sino también la del otro, se nos abren nuevas opciones porque tenemos que considerar el asunto desde diversos puntos de vista.

En la metodología del problem solving estratégico de Giorgio Nardone, la exploración y evaluación de las medidas aplicadas previamente para solucionar, sin éxito, un problema, nos permite comprender cómo funciona el problema. Se trata de un enfoque opuesto al ‘estudio del problema’, ya que esto nos convierte en expertos del problema pero no nos da acceso a ninguna herramienta ni a conocimiento nuevo que nos permita salir del bucle que realimenta el problema. El estudio de las soluciones fallidas, por el contrario, nos permite comprender las dinámicas que mantienen vivo el problema.

En el momento en que analizamos las búsquedas fallidas de soluciones, aplicamos un proceso paradójico que incentiva la creatividad: la mente se concentra en evaluar lo que no funcionó, y por contraste va espontáneamente en búsqueda de soluciones alternativas viables.

La observación de los intentos fallidos de solucionar un problema constituye el tercer paso de la metodología del problem solving estratégico, seguido de un cuarto paso, la técnica del “cómo empeorar la situación actual”. Se trata otra vez de usar la paradoja, muy útil especialmente cuando nos atascamos en una situación aparentemente sin salida. Si podemos hacer algo para empeorar una circunstancia, quiere decir que podemos influir en la situación, o sea, que podemos encontrar una salida.

Al final, se trata de asumir la responsabilidad de la situación y comprender que un problema, o un fiasco, es algo que emerge (ya hablaré más de los emergentes) como resultado de todas las decisiones y acciones que hemos tomado hasta meternos en la situación en la que nos encontramos.

Centrándonos en evaluar lo que hicimos y no sirvió, e identificando qué tenemos que dejar de hacer porque seguir haciéndolo sólo empeorará la situación, nos obliga a considerar múltiples causas y nos saca de la simpleza del “porque tú hiciste tal cosa / porque pasó tal cosa, yo ahora sufro las consecuencias”. De esta forma vamos desvelando la estrategia que sí nos beneficiará, por contraste y sin casi darnos cuenta.

Los resultados adversos contienen valiosos elementos de aprendizaje, no los desperdiciemos porque son las semillas para re-generar y crear algo nuevo.